¿Trabajar en casa o en un taller compartido?

Este es uno de los grandes dilemas de muchas personas que se dedican al diseño y producción de artículos hechos a mano. Y para bien o para mal, no existe una respuesta categórica a esta pregunta, ya que dependerá de cada persona, situación y proyecto.
Sin embargo, sí existen varios factores a tener en cuenta para saber si nos conviene más trabajar en casa o en un taller compartido, y nos gustaría guiarte para que descubras qué es lo más adecuado para ti y para tu proyecto profesional, ya que la elección puede influir, y mucho, no solo en tu productividad, sino también en tu bienestar emocional.

Cuando hablamos de «espacio», lo primero que debemos tener en cuenta es que existe un espacio físico y un espacio mental. En este artículo nos centraremos en el espacio físico.

El espacio físico es el más fácil de valorar para saber qué nos conviene más, si trabajar en casa o fuera, ya que se trata de un espacio concreto, material. Vayamos de menos a más.

 

No tienes un espacio para trabajar

Si no tienes espacio, es decir, no tienes donde instalarte para trabajar cómodamente con tus herramientas y materiales, es evidente que necesitarás encontrar un sitio donde hacerlo si quieres avanzar con tu proyecto. En este caso, es urgente que encuentres un lugar para trabajar, aunque sea temporalmente. Da igual que sea pequeño, que te lo cedan por un tiempo, que te pille lejos. La cuestión es ponerte ya manos a la obra. Aplazar es prejudicial para tu proyecto.

 

Trabajas en una zona común

Veamos ahora una situación menos desesperada, aunque plantea más dudas a la hora de decidir si trabajar en casa o fuera.

Imagina que dispones de un espacio suficientemente amplio y cómodo para trabajar, pero es un espacio común, o sea que puedes usarlo durante un tiempo limitado porque ese espacio se utiliza para otros fines. El ejemplo más claro es la mesa del comedor o de la cocina. Suele ser una mesa más o menos grande en la que puedes trabajar a tus anchas. 

El problema es que cada vez que te pones a trabajar tienes que empezar de cero a montar tu zona de trabajo y, lo que es peor, luego recoger. Además, por la ley de Murphy, probablemente te tocará recoger en el momento más inoportuno, cuando estás más inspirada, disfrutando o a punto de acabar algo en lo que llevas horas trabajando, porque, seamos sinceras, la creatividad no entiende de horarios. Por lo tanto, has de ser consciente de que si trabajas en una zona o mesa común, tu horario de trabajo estará supeditado a la disponibilidad de ese espacio.

También debes tener en cuenta el tiempo que dedicas a montar y a recoger, porque es tiempo que no estás dedicando a diseñar o a producir tus obras, un tiempo no productivo. Por no hablar de los conflictos que pueden surgir en casa porque monopolizas la mesa, porque lo invades todo, porque siempre estás en medio…

Todos estos inconvenientes son un freno para tu proyecto porque te impiden dedicarte a él en condiciones y todo lo que querrías.

Para saber hasta qué punto estos factores son limitantes, te invitamos a registrar cada día el tiempo dedicado a cada cosa. Lo ideal sería que lo hicieras durante un mes. Puedes utilizar una hoja de cálculo o anotarlo simplemente en una libreta.

Día 1

Horario:

Tiempo dedicado a montar el espacio:

Tiempo dedicado a producir:

Tiempo dedicado a recoger:

Día 2

Horario:

Tiempo dedicado a montar el espacio:

Tiempo dedicado a producir:

Tiempo dedicado a recoger:

… y así sucesivamente.

Al cabo del mes, por un lado, suma el tiempo que has dedicado a producir, y por otro el que has dedicado a montar y a recoger.

Vamos a poner un ejemplo. Supongamos que cada día dedicas 15 minutos a montar y 15 minutos a recoger. Si trabajas 20 días al mes (5 días, 4 semanas), el total serían 600 minutos, o lo que es lo mismo, ¡¡¡10 horas!!! ¿Sorprendida?

¿Te imaginas trabajar 10 horas menos cada mes? ¿O lo que habrías podido producir o avanzar en tu proyecto con 10 horas más?

 

Tienes tu propio espacio para trabajar

Por último, imaginemos que dispones de un espacio para trabajar solo para ti, por ejemplo, una habitación. Estupendo, eres una afortunada porque espacio físico no te falta. Está claro que tienes cubierta la necesidad más básica para trabajar en tu proyecto. Aun así, no olvides equipar y acondicionar tu espacio para trabajar de manera profesional, con una mesa grande que te permita tener a mano tus materiales y herramientas, con estantes para guardar tu producción o tus obras, con una iluminación adecuada… Haz tuyo el espacio.

Si tienes la suerte de disponer de un espacio así, quedarte en casa parece la opción más lógica, y la más barata. Sin embargo, como indicábamos al principio de este artículo, además del espacio físico existe un «espacio mental», que es tanto o más importante que el físico, por lo que debemos tenerlo en cuenta antes de tomar una decisión.

En el próximo artículo analizaremos a fondo qué es y cómo influye en nuestro trabajo el espacio mental.

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